23 de septiembre de 2013

En algún lugar del sur, 23 de septiembre de 2013

Hola Silvia,
Hoy he aprendido algo.
Me gusta como soy, al menos, cada día me gusta un poco más lo que ya era y esa nueva forma mía de ser que empiezo a "dominar".
Cuando te ocurre una putada como esta tienes dos opciones, ambas válidas, llenar tu tiempo con un exceso de actividades que no te llenan, tan sólo te rellenan, o aceptar la nueva situación, pasar el luto y reconstruirte. Una vez recompuesto, ser capaz de elegir tu nuevo camino con unas bases rehechas y fuertes.
Habrás adivinado que yo soy más de la segunda opción, pero reconozco que la primera es igual o más válida, pero por desgracia, no va conmigo.
Cuando me dejó mi primer novio me corté el pelo y me lo teñí. Él nunca me habría dejado hacerlo y en cuanto pude, lo hice. No me dejaba ir a un sitio u a otro, en cuanto me quedé soltera, fui. No me dejaba ponerme una prenda u otra, después del "no es por ti, es por mi", recuperé con especial ansiedad una cazadora horrorosa negra y flúor que él odiaba.
Ya de mayor he ido afrontando de modo distinto las rupturas pero ha habido una fase que siempre he pasado, el duelo. Ese duelo tan melodramático de lloros y kilos de helado de chocolate, discos tristísimos, películas dramáticas y algún que otro akelarre quemando fotos del intercepto o escribiendo cartas furiosas que nunca llegaría a enviar.
Hay personas que ante una ruptura llenan sus vidas de actividades "extra escolares", vacían el cargador de sus pistolas con tiros al aire que no sirven para afinar su puntería ni tan siquiera como desahogo, porque esos tiros al aire no son más que pequeñas reivindicaciones y como en su base tienen el error, en su fin encuentran su vacuidad.
No negaré que mientras esos practican tiro o aprenden macramé sonriendo hacia afuera, yo permanezco llorando o fustigandome o aburriendo a mis amigos con llamadas. Pero lo que he aprendido ahora es que al menos soy coherente. Estoy jodida, estoy triste, rabiosa y enfadada y así me muestro. ¿Para qué aparentar un bienestar que no siento? ¿Por qué ahogar mis lágrimas? ¿Por qué no reconocer que aún te echo de menos? Son mis sentimientos y como tal, debo respetarlos y defenderlos incluso de mi misma.
Dentro de un tiempo, cuando yo me encuentre mejor, más fuerte, con las bases bien asentadas, tendré tiempo de lamerme las heridas y salir a pasear, conocer gente incluso llegar a considerar a alguno de ellos como amigo, pero ¿por qué ahora si no es lo que me apetece? No quiero salir a andar, no quiero hacer deporte y no tengo ganas de tener amigos, ni siquiera de conocer personas nuevas, no tengo ganas y he aprendido que es igual de lícito que la otra opción.
Sé cuales son mis límites, sé qué es lo que quiero conseguir y sé qué cosas podré hacer o no, a partir de ahí, si me la juego con un tiro al aire que pudiera rebotar o con una actividad extra escolar que acabe con mi carrera por una lesión desafortunada, tendré que aceptarlo.
Hoy me gusto más que ayer, y eso me gusta más.

Te recuerdo,
La Maripili

6 comentarios:

  1. Más que ayer... y menos que mañana! es un camino genial, da igual que duela, eso de gustarse cada vez más es una sensación impagable...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que sí, la sensación es lo suficientemente buena como para querer seguir sintiéndome así durante muuuuuucho tiempo.
      Gracias por comentar, Rune, tengo la sensación de que el blog es tan intimista que asusta a los comentaristas. Un besazo

      Eliminar
  2. A mi, más que gustarme cada día como lo que me pasa es que me acepto mejor.

    ResponderEliminar
  3. ... y tres kilos de pipas...

    ^_^

    ResponderEliminar

Y si tú fueras Silvia, ¿qué me contestarías?